viernes, 27 de junio de 2014

Una vez tuve un golpe de suerte.

Una vez tuve un golpe de suerte. Fue la vez que más nerviosa e ilusionada he estado en mi vida, y joder, menuda sensación. Y menudo calor que hacía en Granada en pleno julio. Él era alguien en quien no te fijas dos veces al verle pasar por la calle, pero por dentro... uf, por dentro. Yo era adicta a sus letras, a la combinación de sus palabras y a lo que me hacían sentir.
Un día sus palabras me invadieron tanto que decidí escribir, pero para él, para confesarle todo lo que había sentido desde la sombra, y cómo había llegado hasta aquello (benditos graffitis de Granada). Y lo leyó.
Ahí empezó mi golpe de suerte, sí. Por algún designio de Dios o del destino o del universo o lo-que-sea, aquellas letras mías hicieron en él el efecto equivalente de sentido contrario a las suyas. Y un día en julio, quiso conocerme (ay, todavía me emociono al acordarme y se me humedecen los ojos). Fue un sueño, compartir mesa y café con alguien que tanto te ha regalado de sí mismo y por quien solo se puede sentir admiración profunda. El tiempo fue breve (y más breve aún me pareció a mí) pero maravilloso.
Esta es la historia de uno de los recuerdos que guardo con más sentimiento. Ahora él ha publicado un libro lleno de los suyos, y siempre pienso en cuando era muy grande pero tenía pocos lectores. Y yo estaba ahí. Solo puedo desearle todo el éxito y la felicidad que merece alguien como él, y desear que en el futuro quiera volver a compartir mesa, café y palabras conmigo. Enhorabuena, Roberto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario