viernes, 27 de junio de 2014

Una vez tuve un golpe de suerte.

Una vez tuve un golpe de suerte. Fue la vez que más nerviosa e ilusionada he estado en mi vida, y joder, menuda sensación. Y menudo calor que hacía en Granada en pleno julio. Él era alguien en quien no te fijas dos veces al verle pasar por la calle, pero por dentro... uf, por dentro. Yo era adicta a sus letras, a la combinación de sus palabras y a lo que me hacían sentir.
Un día sus palabras me invadieron tanto que decidí escribir, pero para él, para confesarle todo lo que había sentido desde la sombra, y cómo había llegado hasta aquello (benditos graffitis de Granada). Y lo leyó.
Ahí empezó mi golpe de suerte, sí. Por algún designio de Dios o del destino o del universo o lo-que-sea, aquellas letras mías hicieron en él el efecto equivalente de sentido contrario a las suyas. Y un día en julio, quiso conocerme (ay, todavía me emociono al acordarme y se me humedecen los ojos). Fue un sueño, compartir mesa y café con alguien que tanto te ha regalado de sí mismo y por quien solo se puede sentir admiración profunda. El tiempo fue breve (y más breve aún me pareció a mí) pero maravilloso.
Esta es la historia de uno de los recuerdos que guardo con más sentimiento. Ahora él ha publicado un libro lleno de los suyos, y siempre pienso en cuando era muy grande pero tenía pocos lectores. Y yo estaba ahí. Solo puedo desearle todo el éxito y la felicidad que merece alguien como él, y desear que en el futuro quiera volver a compartir mesa, café y palabras conmigo. Enhorabuena, Roberto.

sábado, 29 de marzo de 2014

Samoubíjstvo

como cuando todo
desvanece(se)
                        y
                           muere
Y arrastra detrás agua
y sal que no es del mar
Erosiona pieles y destroza vidrios
Un grito sordo,
                         (des)esperado
Manojos de cables
Un pulmón acelerado
una pastilla una soga una bala en la sien
en lo negro de un golpe liberador
dentro de cuatro paredes de piel y búnker
hasta que cedió
L i   b     r       e
y ya no fueron esos instantes

como cuando todo...

sábado, 28 de diciembre de 2013

La vida.

Un amigo acaba de decirme que hoy "he estado muy desaparecida" y "estaba preocupado".

Hoy no he abierto Twitter ni WhatsApp. Por lo demás, todo normal.

¿A esto se reducen ahora las relaciones humanas? ¿Tengo que dar señales de vida a través de una red social?

domingo, 22 de diciembre de 2013

La historia de amor más corta del mundo.

Él me dijo que necesitaba una mujer que pusiese el vaso a la derecha en la mesa.
Yo le dije que necesitaba la mano derecha para coger su mano izquierda.

Y así cada uno fuimos hacia un lado distinto. Por separado.

domingo, 11 de agosto de 2013

11/08/2013

Una de esas tardes de charla ligera, en la que unos temas degeneran inevitablemente en otros, hasta que alguien acaba preguntándome qué es lo primero en lo que me fijo al conocer a una persona. Respondo que en los ojos y todos me miran con extrañeza, como si hubiera dicho cualquier barbaridad fuera de lugar, mientras yo pienso que es lo más cierto que ha salido por mi boca. Me preguntan por qué, pero la explicación es tan larga y complicada que prefiero reírme y decir "no sé, porque sí" antes que empezar a desvariar sobre temas que probablemente la mayoría de los allí presentes no iban a entender.

Me fijo en los ojos porque en este mundo de falsedad y máscaras en el que vivimos, los ojos son una de las pocas cosas transparentes que nos quedan. Porque las cicatrices más profundas no están ni en la piel ni en el alma, sino en la mirada.

lunes, 15 de julio de 2013

Distancias

Te quiero a esta distancia. Y a esa. Te quiero a todas las infinitas distancias que caben en menos de 5 centímetros. Te quiero aunque estés a 2000 kilómetros y cuando tu pecho se pega a mi espalda. Y te quiero más todavía cuando no estás aquí, porque el tiempo pasa más lento y cabe más amor. Te quiero a la distancia de nuestros dedos entrelazados y de nuestras respiraciones mezclándose, bailando entre ellas. A la distancia de mis piernas golpeándote al dormir juntos; y a la de tu brazo sujetándome para que te deje dormir tranquilo. A la distancia que se forma entre nuestras bocas cuando necesitas respirar entre besos y también a la de mi cabeza en tu hombro cuando vemos películas juntos. Y me encanta la distancia entre tú y mis sábanas cuando te tumbas en mi cama. Pero la que más me gusta es cuando noto tu aire en mi cuello al abrazarme cuando lloro porque te vas. Porque es el último regalo que me dejas antes de irte. Y adoro esa distancia. Y claro que te quiero. Estés donde estés.